domingo, 14 de junio de 2009

CALLE RAFAEL MARTINEZ DE ESCOBAR

Villahermosa Antigua
1930-1950
(Legado a la actualidad)

Antonio Vidal Cruz

Calle Rafael Martínez de Escobar

De solo dos cuadras, la calle Rafael Martínez de Escobar fue de importante apoyo a las actividades comerciales al mercado “Coronel Gregorio Méndez Magaña”, por la numerosa cantidad de locatarios que diariamente se establecían en los alrededores del mencionado centro de abasto, así como de un predio baldío que se ubicaba a donde ahora está un comercio de enseres domésticos –Elektra- el cual tenía una superficie en forma de “L” con lo angosto a la entrada y lo amplio para el fondo.

En ese lugar se establecieron los locatarios de frutas y verduras con puestos irregulares; y para protegerse del sol y la lluvia tendían lonas y otro tipo de materiales, porque en ese entonces no existía plástico de ninguna especie.

Detallaré los comercios establecidos de manera formal que estaban en los edificios de dicha calle. En la esquina de esta calle y Vicente Guerrero, se encontraba la tienda de abarrotes de don Homero Fuentes, con un surtido completo porque su clientela compraba al detalle y medio mayoreo, lo único que no tenía era el servicio de reparto –changarreo- como se acostumbra en la actualidad.

Junto a don Homero y haciendo el recorrido por la acera de la derecha y en dirección de Vicente Guerrero rumbo al río se encontraba Almacenes Quintero, propiedad de don Orbelín Quintero, originario de Teapa y quien tenía buen gusto para vestir. Acostumbraba lucir camisa fina color blanco con botonadura de oro. Los botones pendían de una cadena del mismo metal, la cual quedaba por la parte de adentro, y por fuera sólo se apreciaban los botones; pantalón del mismo tono, calzado blanco, su sombrero también de buena calidad, de ala sencilla, anillos, pulso de oro, un fino bordón y reloj de bolsillo con leontina de oro.

Don Orbelin permanecía en la tienda todo el tiempo, a veces sentado en la primera puerta o en la oficina que estaba en la trastienda. Tenía el apoyo de sus hijos Oscar, Jorge y Kléber, además de cuatro dependientes, como se le conoce a los empleados de mostrador. Por lo general comercializaba mercancía de abarrotes, además de ultramarinos, confeti, serpentinas, jamones, queso holandés y otros similares.

Enseguida había un hotel de paso, el San Martín, luego el predio ya mencionado anteriormente, donde vendían frutas y legumbres; después existía una piquera de don Ángel Divis, pero la atendían sus hijos, Cheo y otro que no recuerdo su nombre.

En cierta ocasión vi que pelaban naranjas en tiras enteras en forma de espiral y las tiraban hacia arriba quedando colgadas en la viga y ya cuando estaban secas las bajaban y las metían en pomos de cristal -plástico no existía- y luego le vaciaban aguardiente (zorro) para dejarlas reposar por un tiempo determinado. Ya al estar encurtido, le sacaban el aguardiente, listo para servir en copas. A eso le llamaban el caldito de naranja.

Luego en un local apropiado, un amigo de nombre Silverio tenía una vitrina sobre una mesa, con una división; ahí colocaba los platones conteniendo guisados tabasqueños en las partes de arriba y abajo. Comenzaba a despachar los tacos desde las seis de la mañana hasta pasado el mediodía. Y como le gustaba tomarse las copas, pues no le quedaba lejos el lugar de su pasatiempo, se quedaba en la piquera.

Para la esquina de esta calle con la calle Juárez estaba una mercería de nombre “El Arca de Noé”, su dueño era don Noé Vidal. En esta misma esquina, pero debajo de la banqueta, se instaló un puesto equipado con un molino para café, atendido por don José López, papá de un popular abogado conocido como “Chamaco Chico”, quien tramitaba todos los asuntos del notario público Dagdug Martínez.

En la esquina ubicada enfrente de donde ahora está la renovadora de calzado “Las Tres B” –Juárez y esta calle, segunda cuadra- se estableció don Ramiro Chávez Robles con su Farmacia “La Mejor”, junto con su esposa doña María Dolores Green quienes eran apoyados por el hermano de don Ramiro, don Luis.

Tanto don Ramiro, doña María y don Luis fueron personas de fino carácter, le reconocían su valor humano a cada quien, con posibilidades económicas o no. Cierto día, un compañero de trabajo me pidió fuera su aval por cierta mercancía de la farmacia, acepté firmando la nota respectiva y como no la liquidó me dijo don Ramiro que no le había pagado, y le pagué dos días después.

Pasó el tiempo y cuando su hijo regresó de donde terminó su preparación académica, se dedicó a enseñarle las actividades del negocio para que se encontrara preparado cuando llegara el momento de nombrarlo responsable.

Una noche llegué por unos medicamentos y don Ramiro le dijo a su primogénito “Mira hijo, este es Don Antonio Vidal -señalándome- quien en mi vida ha sido el único que firmó por aval y pagó la falta de quien no lo hizo, por eso cuando tenga la necesidad de un crédito, lo que quiera, pero hasta la mitad de la farmacia nadamás”.

De esta esquina a la calle que hay con Madero, no existían comercios importantes solo unos sanitarios públicos y en la esquina con Madero una tienda de abarrotes y peltres del señor Frías Tosca; de Madero al río estaba el parque que se conocía como Malecón y en la acera de enfrente el Hotel Palacio.

Regresando a Vicente Guerrero con Martínez de Escobar, siguiendo esta calle con dirección al río, la calle y banquetas se encontraban ocupadas por puestos particulares de todo tipo de comercios; como los casos del puesto de mercería, en la esquina de Guerrero con Martínez de Escobar, cuyo propietario fue don Antonio Mendoza que ahora está en Ruíz Cortines en la colonia Casa Blanca, tienda conocida como Mercería Mendoza.

Para la esquina de enfrente, un puesto de revistas de don Andrés y junto a ese puesto estaba otro que era de Don Prudencio Sánchez, de origen yucateco, que a su puesto le puso el nombre de “La Ocasión” donde vendía sombreros de todo tipo y calidad, así como gorras normales, tipo militar y accesorios de todo tipo similar. En toda la calle había comercios y diversos abarrotes, pescado, refrescos, frutas y verduras, hasta la esquina con la calle Madero.

Ahora bien, de la calle Juárez a Madero, en la acera izquierda de Martínez de Escobar y Juárez, estaba la tienda de telas de Don Bernabé Romero, quien habitaba en la planta alta, donde tenía una oficina en la que hacía escrituras privadas; después la tienda de Don Luis Hoyos Rodríguez que vendía pintura y vidrios planos, uno de los primeros en ese ramo, junto una peluquería y al fondo sanitarios públicos.
Después la tienda de don Manuel Pérez Cerino a la que le puso “La Puerta del Sol”, por el detalle que todo el día le daba el sol de frente; y al final de la calle se ubicaban los que estaban debajo del Hotel Regis, y sobre la banqueta tendía su mercancía un señor de origen michoacano, que vendía hierbas medicinales de toda clase y se le conocía como “El Cantador”, porque tenía una guitarra y se ponía a cantar.

Por lo pronto hasta aquí.

Comentarios: vhsa_antigua@hotmail.com

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